En los últimos años se ha instalado una tendencia preocupante: la agresión en redes sociales se ha vuelto algo cotidiano, naturalizado, especialmente entre jóvenes. Lo que antes podía identificarse como hostigamiento aislado hoy forma parte del entorno digital que usan estudiantes, docentes y miembros de comunidades educativas, con implicaciones que van más allá de lo virtual.
Según datos de la UNAM, en México cerca del 70 % de los jóvenes de 15 a 24 años que utilizan internet han sido víctimas de acoso o intimidación en línea, ya sea mediante insultos, amenazas o violencia digital. El director general de Cómputo y Tecnologías de Información y Comunicación de la UNAM, señaló que este ambiente hostil afecta no sólo el bienestar emocional de las víctimas, sino también su rendimiento académico, su participación en la vida pública y su desarrollo integral. Las mujeres jóvenes aparecen como particularmente vulnerables a este tipo de agresiones.
Más allá de México, estudios en otros países advierten sobre cómo conductas que implican control, vigilancia o insultos se presentan como señales de afecto o normalidad en relaciones interpersonales. Por ejemplo, una investigación de la Universidad Autónoma de Chile encontró que gran cantidad de adolescentes aceptan peticiones de revisar contraseñas, monitorear redes sociales o exigir acceso a la ubicación de sus parejas como expresiones de cariño, aunque forman parte de dinámicas de control tóxico.
Asimismo, en Argentina se documentó que en sólo dos años la cantidad de insultos y expresiones agresivas en redes sociales prácticamente se duplicó. Un estudio de la consultora Ad Hoc señala que el promedio mensual de agravios pasó de unos 920,000 insultos/hora a más de 1.3 millones, reflejando una agresividad que se ha vuelto parte del discurso digital normalizado. Las redes sociales, los medios y los usuarios amplifican este tipo de contenido, lo que contribuye a que la agresión sea percibida como algo común.
Esta normalización tiene efectos reales: genera estrés, ansiedad, baja autoestima y miedo, además de que limita la participación activa en espacios escolares y sociales. Cuando estos comportamientos agresivos se vuelven habituales, se desdibujan los límites entre lo que es aceptable y lo que no, lo que dificulta que víctimas y observadores reconozcan cuando una situación cruza la línea hacia el daño psicológico o físico.
Frente a esto, muchos especialistas coinciden en la urgencia de preparar a estudiantes y docentes para identificar y denunciar la agresión digital, integrar la educación emocional y digital en los currículos, promover normas de convivencia claras, así como reforzar regulaciones de plataformas digitales para moderar el contenido ofensivo. La prevención y el acompañamiento institucional también se perfilan como herramientas clave para recuperar espacios en línea más seguros.
Referencias:
- Entorno hostil en la red afecta rendimiento académico y desarrollo de jóvenes: Héctor Benítez Pérez – Gaceta UNAM
- Violencia en parejas adolescentes: el rol de la tecnología y la normalización del control – El Mostrador Braga
- Crece la agresión en redes sociales: en dos años se duplicó la cantidad de insultos – Unidiversidad
- Se multiplican agresiones en redes y al compartirlas se perpetúa el daño –Diario Norte
Imágenes de referencia: PxHere